A todas las personas (y claro, también a nuestras organizaciones sociales) nos toca eventualmente atravesar períodos de cambios y transformaciones. Sin embargo, no todos reaccionamos igual. He aquí las cinco clases de respuesta más comunes.
El miedo: Es una reacción instintiva de supervivencia. Estamos habituados a vivir en ciertas condiciones, y de repente estas condiciones cambian, es natural que se genere temor. Lo importante es reconocerlo, afrontarlo y no permitir que nos paralice. Desde la empresa, lo mejor es ofrecer respuestas claras, dar detalles y transmitir seguridad.
La resistencia: Ocurre en cualquier organización que, ante un cambio, hay personas que se muestran apáticas, como si no las afectara, o bien que se niegan a seguir nuevas directivas o indicaciones. El líder de un equipo debe encontrar herramientas para hacerlas sentir parte del grupo, pero a la vez transmitirles que el cambio se realizará con o sin su consentimiento.
La ilusión: Por otro lado, hay quienes ante una instancia de cambio construyen castillos en el aire e idealizan la situación. Si bien por un lado aportan optimismo y entusiasmo, por otro lado es fundamental hacerles comprender que cualquier cambio implica necesariamente un desafío y un esfuerzo, aún cuando a largo plazo las cosas mejoren para todos.
La sobrecarga: Hay personas que, aún queriendo contribuir al cambio y poniendo su mejor voluntad, se sienten sobrepasadas con las nuevas tareas, se sobrecargan y terminan con estrés laboral o burnout. El desafío es escucharlos y ayudarlos a ordenar nuevamente sus prioridades.
El aprendizaje: Por último, hay quienes afrontan los cambios con suficiente prudencia como para darse cuenta de las dificultades que implica, pero con la motivación necesaria para convertirlo en una oportunidad para crecer.
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