Desde que en 1995 Daniel Goleman publicó su best-seller Inteligencia emocional, el término ha sido repetido hasta el hartazgo. Sin embargo, con la proliferación del concepto han surgido algunos mitos que es necesario echar por tierra. Aquí mencionamos tres de ellos.
Mito 1: La inteligencia emocional nos hace estar siempre contentos
Uno de los mitos más peligrosos, confundir el autoconocimiento con la satisfacción permanente, no puede conducirnos sino a la frustración. Las personas que desarrollan inteligencia emocional logran detectar y validar en sí mismas las diversas emociones que forman parte del ser humano: la tristeza, la frustración, el enojo… la diferencia es que en lugar de resistirse, bloquearlas o luchar contra ellas, aprenden a aceptarlas y a escuchar lo que dichas emociones significan.
Mito 2: Las personas con alta inteligencia emocional se llevan bien con todos
Una alta inteligencia emocional no significa estar siempre sonriente y ser amable con todo el mundo. A veces, saber manejar las propias emociones implica también poner límites claros, ser asertivos y hasta duros en ocasiones. Pero una persona con inteligencia emocional sabe y acepta que no siempre puede ni debe agradarles a todos en su entorno.
Mito 3: La inteligencia emocional es genética
Se sabe que ciertas condiciones psicológicas, como la depresión y la ansiedad, tienen un componente biológico. Pero la inteligencia emocional se puede trabajar, desarrollar y mejorar en cualquier momento de la vida.
Una gran verdad: la inteligencia emocional nos mejora como personas
Es muy positivo que tantas personas sepamos al respecto y que empecemos a prestar atención a las propias emociones como a las de quienes viven y trabajan en nuestro entorno. El saber reconocer, gestionar y comunicar mejor nuestras propias emociones, así como reconocerlas en los demás, nos convierte en personas más productivas y felices.
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